Veintisiete Las estatuas

—Lo soy —afirmó Cade después de una pausa demasiado larga para ser considerada normal, dándole un apretón de manos de un segundo a Dimitri. Había una cierta rigidez en sus hombros, una tensión en su sonrisa—. Por favor, llámame Cade.

—Dimitri —se presentó brevemente el dios, su mirada se dirigió ha...

Inicia sesión y continúa leyendo