Sesenta y cinco La torre

—¡No!—gritó Lucille, su voz tan fuerte y tan desgarrada que le raspó la garganta. Todo su cuerpo se había tensado, acumulando un calor intenso que se reflejaba en su piel—. ¡Agnes!

La escena del golpe y la caída de Agnes parecía haberse grabado en la mente de Lucille. Incluso mientras Agnes gemía, ...

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