Capitulo 2
Jetzabé
—Deja tus mierdas en la cajuela, —se dirige de manera despectiva hacía mí, —y no tardes, tengo prisa. —Se adentra en el vehículo y posteriormente la cajuela se abre.
—Claro, queridísimo tío —susurro aquello mientras dejo mi mochila dentro de la cajuela. Cierro esta con cierta brusquedad y me encamino al asiento del copiloto. Al parecer las cosas con este hombre no serán nada fácil.
—¿Qué mierda haces? —Golpea con su puño el volante e involuntariamente me estremezco. Odio la violencia, la odio porque mi cuerpo reacciona a esta y me aterro. Durante toda mi vida sufrí maltratos, me tocó experimentar la violencia en carne propia siendo tan solo una niña.
—Solo me estoy acomodando, —enfrento su mirada, mas no puedo dejar de frotar mis manos y pellizcar mis dedos, buscando mediante esta acción algo de tranquilidad. Es algo que suelo hacer con bastante frecuencia cuando me siento nerviosa.
—Este lugar solo mi hermana Isabella puede ocuparlo, — comienza a mover una de sus manos, gesto con el cual remarca sus palabras y termina echándome de manera tan humillante.
—No es necesario que sea tan despectivo, basta con pedirlo de buena manera. No hay necesidad de ser tan grosero—, resoplo fastidiada y bajo del automóvil para acomodarme en los asientos traseros.
—¿ES EN SERIO? —Deja escapar una socarrona carcajada, —a mí ninguna cría de mierda, que se creé mujer por cumplir los dieciocho años dentro de poco me dice que hacer o cómo comportarme.
—Lo siento, —muerdo mi labio inferior nerviosa y aparto unos mechones de cabello rebeldes que cubren mis ojos. —¿Cuál es su nombre? —Decido cambiar el tema e indagar un poco en el hombre que de ahora en más se hará cargo de mí.
—Isaac Bauer —noto como me observa de reojos, su mirada es intensa y penetrante, de algún modo él logra intimidarme.
—¿Por qué se apellida Bauer? Mi padre se apellidaba Weber. —Había algo raro en todo esto, ¿de verdad este hombre tiene algún lazo sanguíneo conmigo?
—Muy simple, tú padre en sus años de juventud no era una blanca paloma, un día sostuvo una acalorada discusión con nuestro padre y se fue de casa, tiempo después nos enteramos de que se había cambiado el apellido. —Suelta aquella información sin ni una pizca de tacto y de algún modo agradezco su honestidad. Hay tantas cosas que desconozco de mi propia familia. Después de todo era demasiado pequeña cuando ellos murieron.
—Entiendo —esbozo una tímida sonrisa, sonrisa que él no corresponde, por el contrario, me dedica una mirada cargada de desprecio.
El camino transcurre en un asfixiante silencio, me siento bastante incómoda en esta situación y no sé qué hacer para entablar una plática amena. Desvío la mirada, observando la carretera, poco a poco nos alejamos de la ciudad y la carretera se torna desolada. Tengo tantas preguntas en mi mente, deseo saber tantas cosas, conocer más a fondo al hombre que se encuentra frente a mí. Vuelvo a fijar mi mirada en él, me ignora, se encuentra concentrado en la desierta ruta y ni siquiera se toma la molestia de pestañear. ¿A caso es humano?
Salgo de mis cavilaciones cuando el automóvil se detiene de golpe, antes de poder reaccionar Isaac baja, dejándome sola. Observo a mi alrededor, hemos parado en una estación de servicio y mi tío camina con paso seguro hasta el interior de una modesta tienda que se encuentra junto a la bencinera. Al perderlo de vista aprovecho de revisar un poco el auto, no es que pretenda tomar algo que no es mío, solo es curiosidad. El interior del automóvil se encuentra impecable, ni siquiera se aprecia una pelusa. Sin embargo, al abrir la guantera encuentro un gran caos dentro.
Caen algunos papeles y fotografías, rápidamente me inclino hacía delante y levanto lo que ha caído. Observo las fotos que descansan entre mis manos, son tres, en cada una de ellas sale la misma persona. Es una joven, de facciones hermosas y angelical sonrisa, tiene un leve parecido con mi tío Isaac, lo que me hace pensar que son familia. Al mirar el reverso de las fotografías, en una de ellas se aprecia una escueta dedicatoria. “Siempre serás quién provoque mis sonrisas y el dueño de mi corazón” Isabella Bauer.
Esto es extraño, más que extraño, retorcido. Por lo que entiendo, Isabella, es mi otra tía, ¿entonces por qué demonios se hacen este tipo de dedicatorias entre hermanos? Realmente da mucho que pensar. Por ahora prefiero no entrometerme en asuntos que no me corresponden, por lo que con cierta prisa intento guardar todo dentro de la guantera. Grande es mi sorpresa al encontrarme con una pistola 9mm, balas y una bolsita transparente herméticamente sellada con un polvo rocoso de color blanco dentro. No soy estúpida y me a tocado vagar bastante por las calles para saber que es cocaína.
Siento mi corazón latir con prisa y la adrenalina a tope recorriendo mi cuerpo. ¿Qué clase de persona es Isaac Bauer? ¿Por qué le dieron mi custodia a un hombre como él? Un grito ahogado escapa de mis labios al sentir un brusco agarre sobre mi muñeca, dejo caer las cosas al piso y volteo a ver, encontrándome con los ojos inyectados de odio de mi tío Issac. Con cada segundo que transcurre la presión sobre mi muñeca se torna más violenta, por lo que dejo escapar un agudo chillido al momento que intento zafarme de su brusco agarre. Sus dedos queman y su mirada impetuosa logra cohibirme, estoy aterrada y tan solo deseo llorar.
De pronto, a su lado me siento pequeña, demasiado pequeña. Es como volver a ser esa niña chiquita de la cual abusaron sin piedad en el pasado. Durante meses creí que al alcanzar la mayoría de edad me sentiría diferente, más fuerte, más libre, sin embargo, el sentimiento que me embarga en este momento está muy lejos de aquellos. Ahora, en este momento frente a él, me siento jodidamente insignificante, encogiéndome sobre mi misma mientras aprieto los ojos con fuerza.











































