Capitulo 3

Jetzabé.

—No vuelvas a tocar mis cosas, no recuerdo haberte dado permiso de inmiscuirte en mis asuntos personales, —mientras dice aquellas palabras con extrema monotonía aprovecha para retorcer mi brazo con fuerza.

—Lo siento mucho tío, le prometo que no volverá a suceder, — sumisamente agacho la cabeza, su mirada es tan imponente que no puedo mirarlo a los ojos sin ponerme a llorar.

—Si yo hablo, tú te limitas a mirarme a la cara y obedecer. No tolero a las personas como tú. —Suelta mi muñeca para coger con la misma brusquedad mi mentón, levantando mi cabeza con en un rápido movimiento. —¿Queda claro, querida sobrina?

—Si, —decenas de lágrimas se amontonan en mis ojos y sin importar el esfuerzo que hago para retenerlas estas terminan de igual modo rodando por mis pálidas mejillas.

Él me suelta, rápidamente me aparto de su lado y me acomodo en los asientos traseros, recargo mi mejilla sobre la ventanilla y masajeo con insistencia mi muñeca derecha, miro de reojos y noto que sus dedos han quedado tatuados en mi piel, señal suficiente para anteponer que mi estadía con él será todo un infierno. Isaac, levanta las cosas que minutos antes tiré y las deja dentro de la guantera. Sobre el asiento del copiloto deja las bolsas con víveres que compró, se acomoda en su asiento y reactiva el viaje. Aprovechando que él va concentrado en la carretera descargo mi tristeza y frustración en modo de silenciosas lágrimas.

Lloro en silencio, sintiéndome impotente ante la frustración. De pronto me siento cansada y el movimiento del vehículo me arrulla, de manera suave y reconfortante. De pronto, el cansancio me gana y todo se torna negro para mí.

Abro mis ojos, no sé cuánto tiempo a transcurrido, sin embargo, él sigue conduciendo. ¿Dónde vive? Noto como sale de la carretera y se adentra en un camino de tierra bastante inhóspito. Me sostengo del asiento delantero, ya que el automóvil salta a causa del mal estado del camino. A donde sea que mire solo hay árboles, inmensos y frondosos árboles. Todo esto comienza a inquietarme, cuando se me anunció que me iría con un tío paterno, creí ilusamente que viviría en la ciudad, asistiría a la universidad y a lo mejor podría hacer amigos. Nunca esperé esto.

Se detiene de pronto y apaga el motor del vehículo, observo a mi alrededor, solo diviso una pequeña cabaña de dos pisos, la cual se encuentra rodeada de árboles, una superficie de madera la cual sostiene un gran estanque de agua y del otro lado una caseta con un generador dentro. Las ventanas por fuera están selladas con tablas, lo que impide que la luz del sol ingrese dentro del inmueble. Su aspecto externo es realmente escalofriante, parece la fachada digna de una película de terror.

—Baja, —ordena de manera seca, él rápidamente sale del automóvil llevando las bolsas de las compras con él.

No respondo, realmente no me apetece hacerlo. Simplemente me limito a obedecer y bajo del automóvil con prisa. Con pasos torpes me encamino a la cajuela y saco mi liviano equipaje. Sigo los pasos de mi tío adentrándome en la cabaña. Me sobresalto al estar dentro, todo está oscuro y él cierra la puerta con un estruendoso golpe. Guiándome por mi oído noto que está cerrando la puerta con llave y el sentirme encerrada provoca que me estremezca. Nerviosa comienzo a frotar mis manos y una gota de sudor resbala por mi cien, sentirme de este modo revive fantasmas del pasado, fantasmas, que creí enterrados.

—En esta casa existen reglas, las cuales debes respetar estrictamente, —la gélida voz de mi tío retumba en mi cabeza, de pronto enciende la luz y lo encuentro recargado contra la puerta de brazos cruzados. —Te lo explicaré solo una vez, no me gusta repetir más de una vez las cosas, ¿entendido? —Esboza una sonrisa hiriente, cruel, la cual me hiela la sangre.

—No necesita repetir las cosas, tendré la cara, pero no soy estúpida. —Dejo mi mochila sobre el polvoriento sillón rojo que adorna la sala.

—¡Oh, que alegría, de seguro heredaste la inteligencia de tu padre! —Comienza a reír, ríe de manera ruidosa, tosca y por sobre todo, burlesca.

—A lo mejor no, en una de esas herede su inteligencia tío, — contraataco inmediatamente. Él me aterra, pero me resulta imposible quedarme callada.

—Ya quisieras tener solo un misero porcentaje de mi inteligencia. —Arquea una de sus cejas sin dejar de reír. —Primera regla, Jetzabé, jamás vuelvas a sentarte en el asiento del copiloto. Ese sitio tiene exclusividad. Segunda regla, jamás te sentarás junto a mí en la mesa, comerás en la cocina o bien, lo harás cuando yo termine de hacerlo. Debes de tener claro cuál es tu postura dentro de esta casa. —Con paso seguro se me acerca y me toma del mentón, —y la última regla, pero la más importante, jamás toques las cosas de mí hermana. —Me suelta y toma las bolsas con víveres llevándolas a la cocina.

Acepto sus condiciones sin rechistar, pese a sentirme jodidamente humillada, no digo nada al respecto. No deseo problemas, trataré de ganármelo y llevar la fiesta en paz. Solo faltan unos meses para que alcance mi mayoría de edad y pueda hacer de mi puta vida lo que me venga en gana. Me quedo de pies junto al sillón, esperando a que me indique donde dormiré. Él, no se da por aludido, sigue guardando los refrescos en la nevera, junto a un montón de pizzas congeladas. Decido romper el silencio y preguntar por mi habitación, quiero ordenar mis pocas pertenecías y descansar un poco.

—¿Cuál es mi habitación, tío? —Nerviosa froto mis manos una vez más mientras desvío mi mirada de la suya, —deseo acomodar mis cosas y descansar un rato. —Mi voz sale temblorosa, tímida.

—Solo hay dos habitaciones, una es la mía y la otra de mi hermana Isabella. —Una macabra sonrisa adorna su rostro, se nota que disfruta de la situación, disfruta el hacerme sentir incomoda, el hacerme sentir poca cosa. —Tú dormirás en el sillón, luego te entregaré alguna manta para que te arropes.

Le miro incrédula. ¿Habla en serio? Vuelve a ignorarme por lo que deduzco que no bromea, sin más, dejo caer mi cuerpo pesadamente sobre ese sucio y viejo sillón, estornudo un par de veces por el polvo que se ha levantado con el peso de mi cuerpo. De pronto, siento mis ojos arder y unas inmensas ganas de llorar, de gritar, de romper cuanta cosa este delante de mí, nada de esto es lo que esperaba y la frustración comienza a superarme. ¡Jamás había conocido a nadie igual! Pasé por muchos hogares sustitutos, padecí muchos tipos de abusos, dormí en sótanos húmedos y sucios e incluso me tocó pasar noches en las calles, como una vagabunda. Conocí a todo tipo de personas, pero la diferencia entre Isaac y ellos, es que él es sangre de mi sangre, es el hermano de mi padre y esa gente, solo eran desconocidos. Esas personas me hicieron sentir humillada, sentí que solo era un estorbo para ellos, más nunca me hicieron sentir como un puto perro.

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