Capitulo 2
Míriam Willem, cepillaba el largo cabello rojizo de su hija. Sarahí, era una joven hermosa de tan solo veinticuatro años de edad, pero que estaba confinada a las paredes de su hogar y el continúo cuidado de sus padres. Sarahí siempre fue una niña muy enfermiza, constantemente contraía diversas infecciones y con el paso de los años su salud empeoró. En la actualidad, Sarahí estaba siendo sometida a diversos estudios clínicos para determinar la causa de su mal estar.
El timbre sonó, por lo que Míriam dejó de cepillar el cabello de su hija y se dirigió a abrir la puerta. Una gran sonrisa afloró en su regordete rostro al ver frente a ella a Tobías Stornent, el novio de Sarahí y mejor amigo de su hijo mayor.
—Hola, querido ¿cómo te fue en tu viaje? —La mujer extendió sus brazos y lo abrazó con ternura.
—Excelente, Míriam —correspondió el abrazo con el mismo cariño. —¡Cerré el negocio más importante de mi vida! —Exclama con orgullo y alegría.
—¡Felicidades, querido! Sin lugar a dudas eres el mejor. —Se separa del joven y se hace a un lado para permitirle entrar. —Sarahí, se pondrá feliz de verte. No te puedes imaginar cuánto te a extrañado.
—Créeme que si, por que yo también la extrañé muchísimo. —Se adentra en la lujosa sala de estar, fijando su intensa mirada en la desvalida silueta de Sarahí, quién lleva su largo y rojizo cabello suelto.
Antes de poder acercarse y saludarla, Raúl, su mejor amigo y hermano mayor de Sarahí se interpuso en su camino.
—¡Regresaste, mi amor! -Tobías sonrió enormemente al oír la fingida voz de su mejor amigo, quién estaba demasiado feliz de verlo.
—¡Por supuesto que volví! Solo me fui a Turquía por una semana, no al otro lado del mundo, idiota —el otro joven dejó escapar una sonora carcajada ante la respuesta de Tobías.
Raúl Willem, primogénito de la conocida familia Willem, era el orgullo de la familia y quién junto a su padre se hacían cargo del importante patrimonio que poseían. Era alto, de cuerpo fibroso, su rostro pálido y pecoso era resaltado por unos profundos ojos azules, su cabello rojizo estaba peinado hacia atrás, perfectamente ordenado y su traje negro era de la mejor calidad.
Raúl era inteligente, sus ojos eran hábiles, sabían cómo encontrar el mejor negocio para desarrollar, era la mano derecha de Tobías y ambos se estaban abriendo paso por el país a pasos agigantados. Eran conocidos como la joven promesa de las finanzas y destacaba el fuerte lazo de amistad entre ambos hombres.
—¿Cómo está todo por aquí? —Raúl suspiró pesadamente, pasando una mano por su cabello, despeinándose un poco en el proceso.
—Sé exactamente que estás preguntando, Tobías, no necesitas fingir conmigo —Tobías no cambió su gesto, seguía mirándolo firmemente, con esos ojos verdes e intensos, fríos y analíticos. —Ella está bien, ha pasado unas noches intranquilas pero se siente mejor. Ya sabes, está siendo sometida a muchos estudios y ahora estamos a la espera de los resultados. —La voz de Raúl sonó fatigada.
—Me alegra saber que se siente mucho mejor, temía que mi lejanía hiciera que su condición fuera a empeorar. —Raúl, se contuvo de rodar los ojos ante las palabras de su amigo.
—Las enfermedades no funcionan así, Tobías —replicó casualmente y se movió hacia su oficina sabiendo que su amigo venía tras él. Cogió unos papeles de su escritorio y los observó sin prestar atención realmente. —Tengo que ver a un cliente en este momento ¿te veré en mi casa, supongo? —Tobías asintió y Raúl salió de la oficina.
Tobías se dejó caer en la silla y miró el cuadro que su amigo tenía sobre el escritorio. Sarahí Willem, única hija de Míriam y Arthur Willem, era la joya de la familia; frágil desde su nacimiento, la muchacha tenía una apariencia etérea que había atraído a Tobías desde el momento en que la conoció. Su piel lechosa y suave, sus ojos azul agua, su resplandeciente cabello rojo. Tobías había estado enamorado de Sarahí desde que tenía quince años, sabía que ella sería su esposa en algún momento de su vida y lo mejor de todo es que el sentimiento era recíproco.
Eran perfectos el uno para el otro, tenían tantas cosas en común y Tobías se sentía pleno y cómodo junto a ella. Pero Sarahí estaba enferma. Ella había nacido con esclerosis múltiple y desde hace unos años le había afectado el pulmón. La fatiga era cada vez más crónica, los brotes se tornaban cada vez más frecuentes y la volvían más frágil de lo que ya era, Tobías siempre había temido irse a dormir un día y ya no encontrarla por la mañana. Por eso quería convertirla en su esposa lo más pronto posible, quería estar con ella todo lo que pudiera, disfrutando a su lado.
Sin embargo, su madre no parecía entender eso. Angeline, estaba empeñada en que terminara su relación con Sarahí y encontrara una mujer a su altura. Ella deseaba que le diera un heredero, y en las
condiciones que Sarahí se encontraba, era imposible.
































