Capitulo 3

Angeline se había negado rotundamente a considerar la idea de convertir a Sarahí en su nuera, no es que la mujer no amara a su hijo y no quisiera que fuera feliz, pero Tobías era joven, apenas tenía 26 años ¿qué podría saber él del amor? Lo que tenía era una fascinación, vivía con esa chica en una fantasía y ella estaba segura de que ambos no habían cruzado más de diez palabras a solas.

Míriam siempre había estado al lado de su hija para cuidarla ¿Quién se puede enamorar así? Tobías no había entendido razones, no podía creer que su madre no pensara en su felicidad ante todo. Sin embargo, le advirtió que aunque ella se opusiera, él de igual modo contraerá matrimonio con Sarahí.

Angeline, no había estado feliz con la respuesta de su hijo. La mujer mantuvo una expresión serena, cuando por dentro se desataba todo un huracán. Ella no podía permitir que Tobías atara su vida a una mujer enferma, una mujer que solo se tornaría una carga para él.

Tobías decidió abandonar el despacho de su amigo Raúl y se adentró con tranquilidad en la sala, saludando a los sirvientes con familiaridad y pasando de frente hacia la biblioteca, donde sabía que encontraría a quién buscaba. Tobías, empujó la puerta con suavidad, mirando alrededor y encontró a Sarahí inmediatamente sentada en el marco de la ventana, sus piernas recogidas contra su pecho mientras observaba el mundo exterior y escuchaba a su madre leer para ella.

Verla en ese estado, tan frágil y vulnerable, tan absorta en sus propios pensamientos, con la nostalgia inundando su mirada. Verla así, en ese estado, sin lugar a dudas le estruja el corazón. La impotencia de no poder hacer nada para ayudarla, de tener que sentarse a su lado a esperar la muerte, es algo que le escuece el alma y lo llena de una frustración pesada y constante.

—Ahí fue cuando Annabelle llegó al río mágico, viendo la hermosa corriente azulada pasar por... —Guardó silencio de pronto al ver a su yerno de pie junto al umbral de la puerta. —¡Tobías! —Míriam detuvo la lectura, notándolo. Sarahí se giró inmediatamente y sonrió, bajando las piernas para pararse, quería correr a su encuentro pero un intenso mareo la atacó haciéndole perder el equilibrio.

—¡Has vuelto, Tobi! —Exclamó ella suavemente, extendiendo sus manos hacia él, necesitaba abrazarlo, empaparse de su varonil aroma, sentirlo junto a ella. Tobías, era su cable a tierra, él le hacía sentir como una joven normal, la hacía sentir plenamente amada.

—Por supuesto que regresé, ya no aguantaba un solo día más sin verte —respondió con dulzura, examinando su rostro para confirmar que estaba bien. —Es un gusto verla nuevamente, Míriam —saludó a la mujer una vez más, ella asintió con una cálida sonrisa.

—A mí también me da gusto, querido. ¿Quieres quedarte a comer con nosotros? —La mujer cierra el libro que momentos antes leía y lo deja en uno de los estantes.

—Debería decir que no, porque mi madre me espera, pero... Creo que puedo hacer una excepción por hoy. —Sonrió el moreno, Sarahí entusiasmada lo guió hacia los sillones mientras su madre salía de la biblioteca.

—¿Cómo te fue en tu viaje? —Preguntó ella, acomodándose un mechón de cabello tras la oreja.

—Tal y cómo esperaba, cerré el negocio —respondió con una sonrisa altanera y ella tomó sus manos, entrelazando los dedos de ambos.

—Estoy muy orgullosa de ti, Tobi —él acercó la delicada mano de su novia a su labios y depositó un gentil beso en ella.

—Sabes que significa mucho para mi todo lo que dices -respondió con sinceridad. Míriam regresó un segundo después, anunciándole a ambos jóvenes que la comida sería servida y que pasaran a la mesa.

Tobías mantuvo a Sarahí a su lado en todo momento, necesitaba su presencia y cercanía. Si prestaba atención, podía verla algo mejorada, con un mejor semblante y eso le daba cierta esperanza. Siempre lo hacía sentirse mejor tenerla cerca, así podía asegurarse él mismo que estaba bien. Él era capaz de todo con tal de verla feliz, por que Sarahí era el motor que lo impulsaba a ser mejor y superarse cada día.

La comida fue tranquila, apenas interrumpida cuando Raúl llegó y todos conversaron entre ellos, generando un ambiente cómodo y grato en la mesa; Raúl y Tobías, eran los encargados de llenar la conversación de alegría. Sarahí estaba contenta con solo verlos, el ambiente que ambos hombres generaban la hacía sentir como una joven normal y Míriam se sentía muy cómoda y por sobre todo feliz, de ver a su hija irradiar tanta alegría.

Siempre había deseado que su casa estuviera llena de ruido y alegría, lastimosamente ella no pudo tener más hijos después de Sarahí, el embarazo fue complicado y ella había perdido la capacidad de tener más hijos. Pero Tobías, rápidamente se transformó en un hijo más para ella, había traído felicidad a sus dos hijos y siempre estaría agradecida por ello.

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