¡Estoy embarazada!

Esa mañana hacía un día muy bonito y asoleado en la ciudad de Madrid, el sol iluminaba la habitación de Camila, quien al abrir los ojos, esbozó una sonrisa, se estiró un poco y se levantó muy contenta de la cama, pues por fin iba a salir de dudas, de manera que llamó a Gretta, su mejor amiga, para recordarle que pasaría por ella para ir a la Clínica Central a hacerse los análisis de sangre.

(Repica el teléfono)

«Buenos días amiga de mi corazón, ¿cómo amaneces?», pregunta Camila con mucho ánimo.

«Buenos días mi Cami, pues muy bien aunque con un poco de flojera, a diferencia de ti que no estás emocionada, sino lo siguiente», le contesta Gretta.

«¡Sí, amiga! ¡Por fin llegó el día esperado! Pero dime, ¿ya estás de pie? ¿Estás lista? Recuerda que pasaré por ti en un rato para ir a la Clínica, ya quiero saber si mis sospechas son ciertas o no».

«No, Cami, apenas me estoy levantando como seguramente también lo estás haciendo tú, me daré una ducha, iré a desayunar y luego…»

«No, no, no, nada de eso Gret, ve a darte la ducha, te alistas y me esperas que paso a por ti en breve, desayunamos después de ir a la Clínica», la interrumpe.

«¿De verdad? Pero igual y la cita es a las nueve de la mañana, aún tenemos tiempo de…»

«¡Nada! Mejor terminemos de levantarnos de la cama y nos vemos al rato. Yo estoy muy emocionada para sentarme a comer tranquila, la ansiedad me carcome a cada minuto», le responde Camila mirando hacia el lado de la cama de su esposo que se levantó muy temprano y se marchó a la oficina.

«¡Vale! ¡Vale! Está bien, por cierto, Cami ¿Tu marido? ¿Está ahí? ¿Sabe que irás hoy al médico?», pregunta su amiga con curiosidad.

«Para nada (suspiro), él salió muy temprano a la oficina, sabes que ese es su mundo… Conmigo, pues, ya conoces como es, si acaso me presta un poco de atención, igual aún no estoy segura de que esté embarazada, tan solo tengo dos semanas de retraso, así que mejor me aseguro y ya luego le llamo para darle la buena nueva, no me vaya a pasar como la otra vez, que lo único que hice fue ilusionarme como tonta».

«Bueno amiga, en eso tienes razón, lo mejor será cerciorarse, ni modo. Ese esposo tuyo es un caso, espero que no sea uno perdido. En fin, ya ni hablar de eso. Voy a darme una ducha, nos vemos al rato».

«Vale, está bien, nos vemos».

Las amigas colgaron el teléfono y cada una se ocupó, alistándose para el encuentro.

Al cabo de un par de horas, el clima había cambiado por completo, llenándose de nubosidad el cielo madrileño. Para ese entonces, ya Gretta y Camila estaban en el laboratorio de la Clínica Central, esta última, esperando su turno para practicarse los tan ansiados análisis de sangre.

―Señora Montoya, por favor acérquese al laboratorio, Señora Montoya ―se escucha la voz de una mujer por el megáfono.

En ese momento, su corazón comienza a latir cada vez más rápido y empieza a rezar en voz bajita para que esta vez, sí se le haga el milagro. Su amiga, quien se encuentra al lado de ella, le da una palmadita en la espalda y a su vez, la insta para que se encamine hacia el laboratorio.

―¡Ve, Cami! ¡Te están llamando! Al fin vamos a salir de dudas amiga mía, ¡Suerte!―le expresa Gret, alentándola.

―Casi no puedo mover mis piernas, ¡Estoy tan emocionada! Es que siento que… ―se expresa poniéndose las manos en sus mejillas.

―¿Te vas a desmayar? Espera el resultado y así te desmayas con gusto ―le dice su amiga entre risas.

―¡Ay, Gretta tú todo lo tomas de chiste! Espérame aquí, ya vuelvo, ¡No te vayas! ―le dice mientras camina en dirección al laboratorio.

Al cabo de unos minutos, vuelve Camila a la sala de espera donde estaba impaciente su mejor amiga.

―¡Cuéntame! ¿Qué te dijeron? ¿Ya te los hiciste? ―pregunta Gret al verla llegar.

―Sí amiga, ahora solo debo esperar una hora a que me den los resultados.

―¿Una hora? ¿Todavía hay que esperar más? Yo pensé que eso iba a estar listo en menos tiempo, no sé unos quince minutos a más tardar.

―Pues fíjate que no, a esos quince minutos le debes sumar cuarenta y cinco, así que no hay de otra, nos toca esperar.

―¡Mmm! Bueno, ¿qué te parece si mientras esperamos, vamos a desayunar? ¿Sí? O de lo contrario, la que va a caer desmayada soy yo, pero por no haber probado bocado en toda la mañana.

Camila suspira y le responde:

―Está bien Gretta, vayamos a desayunar, pero ni creas que iremos muy lejos de aquí, creo que lo mejor será estar lo más cerca posible.

―En la esquina hay un Starbucks, ¡Vamos ahí!

―¿Al Starbucks? No eso es muy lejos y se hace mucha fila allí para pagar, mejor vamos a la cafetería de aquí de la Clínica.

―¿A la cafetería de aquí? ¡Ay no! Sabes que muero por un café helado del Starbucks y ¿Me vas a convidar a ir a la cafetería de aquí, que no le llega ni a los talones a mi Starb favorito? No seas así Cami, mira que prácticamente madrugué para acompañarte.

―¡No exageres! Además ahí hacen unos Lattuccinos deliciosos y venden pan de cruz.

Su amiga la mira fijamente, mientras piensa qué le va a decir y suelta:

―Camila Montoya, o vamos al Starbucks o no vamos a ningún lado y nos aplastamos en esta silla hasta que te den los resultados, luego tú te vas a tu casa o a donde quieras y yo me voy a desayunar sola o con alguna buena amiga, que sí quiera complacerme hoy, ¡Tú decides!. ―expresó Gretta muy seria.

―De acuerdo, vamos al Starbucks.―finalizó Camila.

Ambas salieron de la clínica con rumbo al Starbucks, Gretta, esa vez se había salido con la suya, por lo que estaba muy contenta, por su parte, Camila no iba a permitir que la dejara sola y mucho menos que se fuera a desayunar sin ella. Su amistad siempre ha estado por encima de todo, hasta de las malas decisiones de ella misma.

Camila seguía pensando en el resultado anhelado, rezaba en silencio, esperando que su deseo por fin pudiera ser concedido luego de muchos intentos. Llevaba cinco años casada con Fernando Valderrey, lo había intentado de todas las maneras pero no había podido quedar encinta en todo ese tiempo, que ya para ella, parecía una eternidad, hasta su suegra había puesto su granito de arena para que esta le diera un nieto, un heredero para la familia.

A causa de ello, la ansiedad se había apoderado de Camila, lo que la incitaba a usar algún tipo de medicamentos, contraindicados en un estado de embarazo.

Había pasado aproximadamente una hora y media, desde el instante en el que le habían extraído la sangre para el análisis. Las dos amigas luego de haber disfrutado de su desayuno, se dirigen nuevamente a la Clínica para buscar los resultados.

Camila temblaba, pues la ansiedad se apoderaba de ella de nuevo, pero con más ahínco.

—¿Estás bien? ―pregunta Gretta mirando como Camila se movía de un extremo a otro.

―Sí, un poco nerviosa pero estoy bien.

«Tercer llamado». Se escucha la voz por el parlante.

«Señora Camila Montoya es solicitada en laboratorio».

―Ya vuelvo Gret, me están llamando.

La espera había sido una tortura pero ya estaba más cerca del resultado.

La secretaria del departamento corroboró que era la paciente a quien debía entregarle los análisis, mientras que Camila, recibiéndolos, abrió de inmediato el sobre y al ver el resultado, se emocionó tanto, que casi las piernas se le derretían.

―¡Estoy embarazada! ¡Estoy embarazada! ―decía mientras se dirigía a la sala de espera donde estaba su mejor amiga.

―Entonces... ¿Sí?

―Sí, Gretta, tendré un hijo de Fernando, ¡Tanto lo he deseado! Que Dios me escuchó. ―Repetía Camila mientras abrazaba a su amiga.

―Estoy muy feliz por ti, Cami. ―le dice tomándole la cara y mirándola a los ojos. ―Me imagino que prepararás una cena esta noche para darle la noticia al odioso de tu marido.

―No, en este momento, voy a llamar a Fernando, ahora sí puedo ponerlo al tanto. Gret estoy tan emocionada que no puedo esperar a que llegue esta noche.

El teléfono repicó por un largo rato, pero nadie contestó. Camila, vuelve a intentarlo.

Justo en el momento en el que Camila desistiría de continuar escuchando el tono de repique, del otro lado del teléfono, atiende la llamada, una voz femenina, sensual y muy suave.

«¿Quién habla?»

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