Sola otra vez

El coche aceleró. Camila, aunque muerta de miedo, se lanzó hacia el volante, intentando quitárselo a Leo.

—¡No! ¡Suéltame! ¿Quién eres? ¿Por qué quieres hacerme daño?

Leo gruñó, forcejeando con ella.

—¡Quieta! ¡Será mejor que te calmes, o esto se pondrá peor! ¡Quédate quieta, fiera!

El coche zigzagu...

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