Ciento treinta y tres

El césped estaba impecable, como siempre.

Filas de setos perfectamente recortados enmarcaban el jardín, donde el sol de la tarde se filtraba a través de sombrillas de marfil y bailaba a lo largo de los bordes de la fina porcelana. El aroma de las rosas y la madreselva se mezclaba con el aroma mante...

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