Ciento cuarenta y seis

La luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas pálidas, proyectando un brillo suave sobre la alfombra mientras Matilda entraba en mi habitación sin tocar.

—La boda es a las cuatro, señorita Ella —dijo—. El coche estará listo a las tres.

Asentí, aún medio dormida, y me froté los ojos. Otro ...

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