doscientos sesenta y cuatro

El ritmo de los tambores se extendía por el aire de la tarde, tan primitivo que parecía vibrar en mi pecho. La boda masái estaba viva en todos los sentidos de la palabra—color, movimiento, sonido. Las cuentas brillaban a la luz del fuego, las prendas de un rojo intenso y azules profundos giraban con...

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