Trescientos dos

La mañana comenzó como cualquier otra, engañosamente ordinaria. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, suave y cálida, acariciando la habitación donde James aún dormía. Se había acostado tarde, con el cansancio marcado en cada línea de su rostro. Por un momento, solo lo observé, el rit...

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