Trescientos treinta y tres

La noche había envuelto el horizonte en una suave oscuridad de terciopelo, rota solo por el parpadeo de las farolas fuera de la ventana del estudio. El zumbido del tráfico distante y el ocasional murmullo de los transeúntes nocturnos se colaban débilmente por la ventana entreabierta. Me había acosta...

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