Trescientos cincuenta y siete

El sol de la tarde se filtraba perezosamente a través de las cortinas, pintando el suelo con rectángulos dorados. Había dejado la ventana del estudio entreabierta, dejando que el aroma a hierba recién cortada y lilas se mezclara con el sonido de los niños jugando en la calle. Cecilia había suplicado...

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