Trescientos sesenta

La noche estaba tranquila, de esa tranquilidad suave y aterciopelada que envolvía nuestro apartamento cuando la ciudad afuera finalmente se calmaba. El zumbido de los autos en la calle había disminuido, las risas de los vecinos se habían apagado, y solo quedaba el leve susurro del aire primaveral a ...

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