Trescientos sesenta y nueve

El avión zumbaba bajo nosotros mientras ascendíamos sobre el Pacífico, el vasto azul extendiéndose interminablemente bajo las nubes. Presioné mi frente contra la ventana, observando cómo el sol brillaba sobre el océano abajo, e intenté calmar el temblor nervioso que se había instalado en mi estómago...

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