Cuatrocientos quince

El cielo se estaba volviendo fuego cuando la encontré.

El crepúsculo teñía los jardines, proyectando largas sombras sobre los setos recortados y las fuentes de mármol. El aire llevaba ese leve frío que solo llega cuando el sol se rinde, pero no era el frío lo que me inquietaba, era ella. Ella. De p...

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