Setenta y seis

Había mirado la caja durante tanto tiempo que casi sentía que me estaba juzgando.

Estaba ahí, en el borde del tocador, de un azul marino, cuadrada, atada con una cinta tan perfectamente agresiva que tuve que rehacerla cinco veces solo para que pareciera la mitad de cara de lo que contenía: una corba...

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