La Bestia de la Diosa de la Luna

Cuando era niña, mi padre llegó a casa de uno de sus misteriosos viajes de comerciante con un gran libro encuadernado en tela. Era tan grande que cubría todo mi regazo, y tan pesado que no podía levantarlo por mí misma. La portada estaba bordada con remolinos de hilo de plata y oro, los bordes exter...