Capítulo cincuenta y cuatro

Su rostro descansaba sobre la mesa, apoyado en las palmas de sus manos. Sus ojos parpadeaban mirando la entrada principal de la mansión. El tic-tac del reloj creaba una música en el silencio para ella, marcando las diez y diez. La noche había caído por completo. Su suegra le insistió en que no esper...