25. Juego sucio.

El aire frío de la noche no alcanza a enfriar mi piel, ni a calmar el latido acelerado que me recorre desde que nos sentamos en esa mesa. Caminamos juntos, los tres, pero en realidad no estamos yendo a ninguna parte. John, a mi derecha, lleva la mano en la parte baja de mi espalda, firme, como si no...

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