27. Te quiero solo para mí.

La mañana llega fría, con ese silencio de domingo que parece agrandar cada sonido: el crujido de la madera bajo mis pies, el golpeteo suave de la cafetera, el viento empujando las ramas contra la ventana. Estoy en la cocina, todavía en camisón, cuando la puerta se abre de golpe y Damon entra sin sal...

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