54. Cadenas de placer.

El roce de la seda contra mi piel me eriza desde el primer instante, no porque sea áspero ni porque me lastime, sino porque esa suavidad resbaladiza me recuerda a un secreto: cuando John decide atarme, nada de lo que diga puede salvarme de lo que sigue, y aunque una parte de mí debería resistirse, o...

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