CAPÍTULO CIENTO DIEZ

ISABELLA

El persistente sonido del timbre me despierta. Abro los ojos con molestia y miro el reloj despertador en la mesa. Son las 9 de la mañana. No espero a nadie, así que quien sea más vale que tenga algo importante que decir o alguien saldrá lastimado.

Me arrastro hasta la puerta principal y l...

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