CAPÍTULO TREINTA Y TRES

ISABELLA

Casi me quedo dormida cuando oigo a Melo moverse. Se levanta y empieza a recoger su ropa.

—No tienes que escabullirte. No te exigiré una declaración de amor mañana si despertamos juntos.

Se ríe y se vuelve hacia mí. Dejo que mis ojos recorran su hermoso cuerpo, sus fuertes brazos y sus t...

Inicia sesión y continúa leyendo