CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

MELO

—Siempre es lo mismo contigo.

Me doy vuelta y veo a Isabella tumbada en la cama con las sábanas apenas cubriéndole los pechos. Hace una imagen bonita.

—¿Qué?

—Te escabulles sin decirme una palabra. Hablar conmigo no te hará menos aterrador, ¿sabes?

—¿Tienes miedo de mí? —pregunto.

Espero q...

Inicia sesión y continúa leyendo