CAPÍTULO CINCUENTA Y TRES

ISABELLA

En el momento en que la puerta se cierra, le doy una patada fuerte. Me duele, pero no tanto como el corazón.

—Ese bastardo. Ese idiota— grito con frustración.

Ni siquiera pensó en negarlo una vez más. Soy la idiota por creerle. Es mi culpa por confiar en un gánster. Dirá y hará lo que sea p...

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