CAPÍTULO CINCUENTA Y OCHO

A la mañana siguiente, abro la puerta de mi habitación y encuentro a Isabella parada afuera. Su rostro es feroz y parece muy decidida.

—Buenos días —saluda.

—Buenos días, esto es extraño.

—Estoy aquí por lo que hablamos anoche. Necesito hacerme más fuerte.

Anoche, me rogó que comenzara a entrena...

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