CAPÍTULO SIETE

—¡Ese imbécil pomposo! ¡Ese hombre malvado y cruel!

Lanzo una almohada hacia la puerta y grito frustrada. Acaba de poner mi vida patas arriba y no ha considerado oportuno hablar conmigo. Han pasado más de veinticuatro horas desde que el guardia vino y básicamente me convirtió en prisionera en mi pro...

Inicia sesión y continúa leyendo