51

Las lagrimas ya no salían más de sus ojos hondos. Khojin no sentía nada en su corazón. Sus manos manchadas con barro, y que también sujetaban las riendas de un caballo robado, estaban adoloridas. Después de muchísimos días vagando en la estepa árida en la mañana y gélida de noche, Khojin por fin hab...