


7
Al día siguiente, Torgan tegim regresó a la torre de su hermano, pero al igual que su primera visita, tampoco demoró mucho. El hombre había ido porque tenía un interés en especial, un interés que pudo cubrir exitosamente con la excusa de la fiesta que se avecinaba.
Torgan se apostó cerca de la entrada a la habitación de Tuva Eke, era como si deseara salir de inmediato, pues no dejaba de mirar hacia afuera cada vez que tenía la oportunidad. Al parecer, la torre no era tan acogedora como le parecía a Tuva Eke.
—Como mi hermano ha de necesitar ayuda, he decidido traer un poco de mano extra —avisó rápidamente al señor Yul—. Se avecina la fiesta y quiero que todo esté organizado para ese entonces, ¿lo entiende?
—Por supuesto, Torgan tegim —aceptó.
—Bien, por dicha razón he traído a dos esclavas recomendadas principalmente por mi esposa. Ambas esperan en la planta baja, así que desde hoy empezarán con sus labores de limpieza y remoción de la suciedad en toda la torre.
—Está bien, Torgan tegim.
—¿No hay ningún problema? —interrogó asustado.
—En absoluto —respondió.
En realidad, la entrega de esas dos esclavas sí era un problema. El señor Yul conocía muy bien a su amo, lo había cuidado desde que era un niño, así que sabía que el tener personas extrañas en la torre era una idea que le molestaba muchísimo a Tuva Eke. Sin embargo, no había negativas cuando se trataba de las solicitudes convertidas en ordenes del Torgan tegim.
Cuando el señor Yul le comunicó la presencia de las esclavas, Tuva Eke se inquietó. En realidad, era por dos cosas sencillas: primero, la posible infiltración de oídos espías a la torre y segundo, el tener que obedecer tan pasivamente las ordenes de su hermano Torgan.
—¡Debe ser una trampa! —exclamó. Sin embargo, su reacción no fue exagerada, ya que, Tuva Eke estaba convencido de que el dejarse llevar por las emociones y actuar sin pensar le traería problemas más adelante. Su modo de operar era más complejo y detallado, muy minucioso. Por lo tanto, se tenía prohibido a sí mismo los errores y los malos cálculos—. Primero establece las reglas que tienen que seguir las dos esclavas, es solo una regla, no les será difícil de cumplir: deben mantenerse alejadas de mi habitación. —ordenó—. Pero cuando la fiesta termine, se las entregarás de inmediato a mi hermano, ¿de acuerdo?
—Sí, joven amo.
El señor Yul abandonó la habitación de su amo sin haberlo ayudado a vestirse o lavarse antes de dormir. Ya iban varias semanas en las que Tuva Eke tegim le ordenaba abandonarlo sin antes haberlo asistido. Aquella nueva perspectiva le avisó que su amo estaba deseando independencia, que le molestaba totalmente ser una carga para otros.
El señor Yul lo conocía muy bien, y sabía que la soledad en la que se crio Tuva Eke le había trastornado la sensibilidad al dolor y a las decepciones. Sin embargo, por más fuerte que quisiera verse, siempre su pierna, la piel, la vista o las tomas periódicas de veneno blanco le hacían recordar a Tuva Eke la miseria a la que todavía seguía sometido.
Lo que más le preocupaba al señor Yul era el veneno, pues su amo se volvía cada vez más dependiente a la sustancia. Él temía el momento en que la dosis se hiciera vital para mantenerlo con vida…
Solo en ese momento la supervivencia de Tuva Eke se veía amenazada por la sustancia que había empezado siendo la contra respuesta al primer veneno.
—Joven señor, le prometí a su madre mantenerlo con vida y cuidar hasta que se hiciera un hombre, no puedo fallar en mi labor. Tengo una misión: fortalecerlo y hacer de usted el siguiente khan de la tribu. El día que eso suceda podré morir en paz. —habló para sí mismo después de haber cerrado las puertas de la habitación de Tuva Eke.
[...]
La quinta señorita de la casa Batun estaba castigada. Pero su castigo fue diferente al de su hermana Erzhene.
Alimceceg debía permanecer encerrada en su tienda y esperar a que las dos semanas de castigo pasaran. Aunque, el tiempo que pasó encerrada no fue para ella un castigo, sino en un tiempo que dedicó exclusivamente para pensar en la manera de utilizar a Tuva Eke tegim y conseguir su objetivo final.
Fueron semanas enteras que pensó y pensó, pero la única idea que se le ocurría era coger un caballo y cabalgar hacia la torre del tegim estúpido. Sin embargo, ella ni siquiera tenía una idea de donde se encontraba dicha torre, no sabía cuánto tiempo podía tardarse en ir y regresar sin ser descubierta por el Khubilai Ilk.
Abrumada por esa idea absurda, negó en repetidas ocasiones antes de tumbarse sobre el lecho. Al parecer no había una salida y le iba a tocar obligarse a sí misma a desistir de cualquier intento.
Mientras ella aún reflexionaba sobre lo que tenía que hacer para evitar el matrimonio, su hermana Khojin entró a la habitación. En sus manos sostenía dos tazas con leche.
—Aún piensas, Alimceceg —habló, consiguiendo que la quinta señorita se levantara de donde reposaba.
—Estoy vencida, no hay nada que pueda hacer.
—¿No puedes ver al tegim?
—No, eso ya lo pensé, pero no es realista el que salga del campamento y regrese el mismo día. Mi padre me descubriría, no tendría escapatoria.
—Pero esa es la única forma en la que puedes evitar este matrimonio, dependerá exclusivamente del khan Karluk y Tuva Eke, la posibilidad de la cancelación del matrimonio.
—Dicen que Tuva Eke tegim es un loco, ¿crees que me pueda entender?
—Bueno, tal vez no esté del todo loco.
Alimceceg carcajeó con ganas.
—Khojin, lo más probable es que ese príncipe ni siquiera sepa su propio nombre. Estoy segura de que ni siquiera entenderá que se está casando.
—Bueno, si esa es la situación, entonces debes afrontarla hasta el final. Si debes convertirte en la esposa de un tegim loco para sobresalir, debes hacerlo sin importar qué.
—¿Cómo voy a sobresalir si mi esposo es un discapacitado?
Khojin caminó hacia el lecho y se sentó al lado de Alimceceg. Ambas buscaban una idea que les iluminara el camino.
—Escuché que este tegim es especial; su madre era una mujer misteriosa, de niño perdió la movilidad de una de sus piernas porque se cayó de un caballo. Luego, su madre murió, el khan mismo la mató. Es muy curioso, pues también escuché un rumor, decían que él era el más inteligente de los hijos del khan Karluk, así que ¿Cómo se puede convertir a una persona talentosa en una inútil?
—Obvias que el khan lo castigó. Dicen que el quinto castigo de la ley Karluk es el más cruel de todos: la muerte por envenenamiento progresivo.
—¿Piensas que el veneno tiene algo que ver?
—Estoy segura, porque las otras secuelas que tiene el tegim, fueron ocasionadas por el veneno; la perdida de la visión y del habla están estrechamente relacionadas.
—¿No habrá una forma de regresarlo a la cordura?
—No lo sé, pero no quiero averiguarlo. Si algún día me veo en la obligación de hacerlo es porque ya me habré convertido en su esposa.
—¿Qué tan malo puede ser? —preguntó llena de incredulidad—. Al menos tu marido no será un tipo dominante, violento o peor aún, un tipo manipulador.
—Lo sé, pero entiende que mi orgullo no me lo permite… Por más que lo piense, lo más relevante que podría hacer es tener un hijo de Tuva Eke, pero elevarlo hasta el poder sería muy difícil, pues primero tendría que acabar políticamente con sus hermanos. Definitivamente, no puedo hacerlo todo yo sola, necesitaré un apoyo.
—¡Definitivamente, necesitas un apoyo si te vas a vivir al territorio Karluk! —dijo con expresión de desencanto—. Nuestra prima Bortei es la esposa de Torgan tegim y ya sabes lo insoportable que es, nada más espero que no te amargue la vida allá.
—¿Por qué hablas de mi vida allá? —preguntó fastidiada—. Definitivamente, no viviré allí, no me casaré con ese tegim.
—Puede que eso se convierta en una realidad para ti. Tal vez no alcances a detener esto a tiempo, así que vez pensando en un plan de respaldo.