Un compromiso forzado

El ambiente en la mansión de los De la Vega estaba rodeado de mucha opulencia, reflejándose en las miradas de los invitados un brillo de algarabía y emoción, todos estaban esperando con ansias el tan esperado compromiso entre Lorenzo Córdoba y Mariana De la Vega. Los invitados se veían muy animados; la fiesta prometía ser el gran evento del año, ya que Lorenzo, era uno de los solteros más codiciados y ricos de la alta sociedad de Manhattan. Sin embargo, no todo era felicidad, en el corazón de Lorenzo había un profundo pesar. Muy lejos de sentirse feliz con el paso que estaba a punto de dar, sentía en sus sentimientos una enorme frustración que lo llenaba de amargura a pesar de hacer todo los intentos por fingir que estaba feliz.

Mientras esperaba que sus padres y los de Mariana anunciaran la fecha de la boda, Lorenzo se encontraba en un rincón apartado del elegante salón, sosteniendo una copa de champagne. Mientras que cada felicitación que recibía le martillaba los oídos haciendo que su tormento fuera mucho más fuerte: “Mariana es un encanto de mujer”, “Qué hermosa pareja hacen”, “Tu padre debe estar orgulloso de que te cases con una mujer tan hermosa y rica” “Eres la envidia de cualquier hombre.” Con cada palabra, su frustración aumentaba cada vez más. Lo peor de todo es que no podía hacer nada, ya había dado su palabra a su padre de que aceptaría el compromiso para casarse con ella a pesar de no amarla.

Mariana, por su parte, ajena a lo que sentía su futuro esposo, se veía radiante. Saludaba a todos los invitados con una gran sonrisa, luciendo elegantísima en su vestido de encaje blanco, que acentuaba aún más su imponente belleza. Estaba muy emocionada, sin embargo, se estaba dando cuenta de que Lorenzo no parecía compartir la misma emoción, durante la celebración lo había notado distante y llevaba un buen rato buscándolo por todo el salón; ya estaban a punto de anunciar su compromiso, todo estaba listo, solo faltaban ellos dos. Finalmente, logró ubicar a Lorenzo en medio de la multitud, y se acercó a él, apretándole el brazo con cariño.

—¡Hasta que por fin te encuentro mi amor! —exclamó, dándole un beso en los labios—. Estoy tan feliz de que haya llegado este día tan esperado. ¿Y tú no estás contento, amor? —preguntó con esa voz melosa que le revolvía el estómago a Lorenzo.

—¡Claro que sí! —respondió Lorenzo con frialdad, intentando forzar una sonrisa sintiendo como si le quemaba los labios.

—Pero, ¿por qué te noto tan serio y distante? Mi amor, es nuestro compromiso, deberías estar feliz así como me siento yo. Dime cariño, ¿Acaso te pasa algo? —dijo Mariana, con preocupación.

—No es nada, solo que… la corbata me ahoga y rodeado de tanta gente siento que me falta el aire. —fingió intentando salir del apuro, pero sin poder disimular en su rostro la incomodidad que sentía.

—Pero eso podemos arreglarlo. Déjame ayudarte a aflojarla un poco —le dijo mientras intentaba acercarse a él. Pero Lorenzo, de la forma más seca, le quitó las manos del cuello de su camisa.

—¡Déjalo así! No es necesario que hagas nada, yo puedo hacerlo. Espero que esto termine pronto; mañana debo estar en el hangar a primera hora, tengo un vuelo privado muy importante —dijo con seriedad, provocando la molestia y frustación de Mariana.

—¿Pero acaso es más importante para ti tu dichoso trabajo que nuestro compromiso? Es un momento muy importante en nuestras vidas, ¿Acaso no te das cuenta? —decía, molesta pero al mismo tiempo fingiendo una sonrisa, ya que las miradas de todos los invitados estaban enfocadas en ambos.

—Disculpa, Mariana, no quise hablarte de esa forma, pero entiende, se trata de mi trabajo. Sabes perfectamente que volar un avión es mi vida.

—Sí, pero voy a ser tu esposa, y merezco algo de respeto. Así que al menos trata de disimular con nuestros invitados. Solo vine a decirte que ya nuestros padres anunciarán la fecha de la boda, así que cambia esa cara de velorio. Te espero en la mesa. ¡Ah! Y por cierto, si te preocupa tanto volar mañana, no deberías beber tanto champagne . —le dijo con sarcasmo, marchándose incómoda y con una actitud un tanto soberbia.

Lorenzo se quedó mirándola lleno de impotencia. “Cuánto daría por poder acabar con toda esta farsa”, pensaba mientras se bebía la cuarta copa de champagne, buscando en el licor un poco de calma.

La sala de la mansión de los De la Vega estaba repleta de invitados, estaba la crema y nata de la alta sociedad neoyorkina, todos atentos al gran momento cuando los padres de Lorenzo y Mariana anunciaran la fecha de la boda. Lorenzo, además, entregaría un costoso anillo de brillantes, sellando así un compromiso obligado por sus padres, pero necesario para poder salvar de la quiebra a su familia sin saberlo.

Su padre, Lucas Córdoba, parecía muy feliz mientras brindaba con el padre de su prometida, Rodrigo de la Vega, el CEO de una de las empresas más importantes del país. Rodrigo no solo era el futuro suegro de Lorenzo, sino que además, también era amigo y socio de Lucas en varios negocios. Sin embargo, Lucas había perdido mucho dinero a consecuencia de su vicio en los juegos de azar, lo que había comprometido gran parte de su fortuna, además, le debía una gran cantidad de dinero a Rodrigo.

La situación económica de Lucas estaba declinando a pasos agigantados, y por esa razón se había endeudado considerablemente con Rodrigo. Sin embargo, su hijo Lorenzo y su esposa Renata no tenían la más mínima idea de lo que estaba pasando. Todo esto era resultado de algunos negocios fraudulentos en los que estaba involucrado su gran vicio por los juegos y las apuestas.

Mariana estaba deseosa de casarse con Lorenzo, era una mujer acostumbrada a tener siempre todos sus caprichos como buena niña mimada. Y su padre Rodrigo siempre hacía su voluntad, ya que ella era su única heredera. Rodrigo le pidió a Lucas que la única forma de evitar que lo enviara a la cárcel por todo el fraude que había cometido en las empresas de ambos, era que Lorenzo se casara con su hija Mariana.

Cuando las copas de cristal chocaron, el sonido hizo que Lorenzo sintiera como si estuviera encadenado, como si esas cadenas le quitaran su libertad. En ese momento, lo miró desde lejos, recordando la conversación que había tenido con su padre esa mañana.

Flashback:

—¿Todavía tienes esa cara de velorio, hijo? —le había reclamado Lucas en su despacho, mientras se servía un whisky fuerte. Estaba nervioso, temía que Lorenzo se retractara y cancelara su compromiso con Mariana—. Ya Rodrigo y yo acordamos que la boda se celebra en tres meses. Y mejor que te vayas acostumbrando, hijo. Los De la Vega no son cualquier familia.

—¿Y qué soy yo? ¿Un peón en tu juego? Me siento como una pieza que manejas a tu conveniencia sin detenerte a pensar en mis sentimientos —respondió Lorenzo, con frustración, esperando a que le diera una explicación coherente que lo convenciera a aceptar su imposición.

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