La jugada del destino

—Señora Renata, disculpe, es que mi ahijada apenas acaba de llegar, pero ya iba a subir a avisarle —dijo Berta, visiblemente nerviosa, mientras Estefanía permanecía en silencio, sintiendo que las piernas le temblaban.

”Dios mío, ¿esta señora va a ser mi patrona? Se ve insoportable,” pensó Estefan...

Inicia sesión y continúa leyendo