TREINTA Y SEIS. SHANE Y CAMMILA

—Mmpppffhh...

—¿Qué? No te escucho.

Calvin sonrió al ver a su prisionera moverse brutalmente. Con los pies y las manos atadas a una silla y la boca amordazada con un trapo, no había mucho que Cammila pudiera hacer más que gruñir y lastimarse.

—¿No estás cansada? Has estado haciendo eso toda la no...