TREINTA Y OCHO. LA PARANOIA DE SHANE

—Buenos días, profesor.

—Hmm... ¿Son flores? —Shane bajó el libro que estaba leyendo.

Cammila acababa de entrar en la sala de tratamiento de Shane con un hermoso ramo de lirios blancos. Cammila olió el aroma fresco y los puso en un jarrón para reemplazar las rosas rojas marchitas.

—Por supuesto q...