Capítulo diez

Me desperté con la luz tenue del fuego, cuevas pintadas y un dios. Parpadeé. Allí estaba él, arrodillado, sin camisa, una encarnación de fuerza y vulnerabilidad, ante un altar improvisado. Un deidad encarnada, sumida en las profundidades de la oración.

Con la llegada del amanecer, una suave ilumina...