Una jauría de perros en Manhattan

Me quedé con Mateo todo el día, asistiendo al doctor con la inyección, y preparé mis informes del día para enviárselos a Marc. Lo molesto era que tenía que cubrirme la cara cada vez que alguien entraba.

Pero incluso si les daba la espalda, la gente aún me preguntaba: —Oye, te pareces mucho a la chi...