Capítulo 31: Una idea loca

Debimos haber estado allí una eternidad. Abrazándonos y yo llorando desconsoladamente. La señora Moretti no se movió, me dio palmaditas en la espalda y me dejó llorar hasta que no me quedaron lágrimas. Ni siquiera sabía por qué estaba llorando, pero las lágrimas no pararon hasta que me desahogué por...

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