Capítulo cuarenta y seis

Sus ojos grises me miraban severamente, mi descripción de ella pasó de linda a aterradora.

—No me gustan los juegos, y ya has jugado suficiente conmigo. Te vi cuando viniste ayer, y te dejé ir porque viniste con alguien a quien puedo perdonar. Como si eso no fuera suficiente, volviste hoy. Menos ma...

Inicia sesión y continúa leyendo