Capítulo treinta y dos

CUANDO ME VOLTEÉ PARA ENFRENTARLO, SENTÍ UNA NÁUSEA repentina. Lo primero que vi fueron sus ojos rojo rubí, luego nuestras miradas se encontraron, pero al segundo siguiente él miró mis manos ensangrentadas y la espada, y volvió a mirarme. —¡Tú otra vez! —exclamó—. Y causando problemas, además. Luego...

Inicia sesión y continúa leyendo