Capítulo 1 El Cuarto Rojo
¿Qué pasa cuando días antes de navidad tu vida cambia en ciento ochenta grados?
Para colmo de males, frente a ti está el hombre más guapo que has visto en la vida con una pequeña, insoportable y malcriada que te ve como si fueras su enemiga número 1.
Las invitamos a descubrir qué hizo que la linda Carla llegara a un pueblo perdido en Texas y de cómo su vida cambiará gracias a esos dos.
Texas.-
El Cuarto Rojo
El aire del cuarto rojo era denso, casi palpable, cargado con el perfume ahumado del cuero mezclado con el olor de la lujuria y el sexo y la débil fragancia de su sumisa que esperaba inmovil. Las luces de pared, veladas por los filtros carmesí, que bañaban la escena con un tono teatral que elimina la realidad.
— Mírame —le ordenó a la mujer perfectamente atada a la Cruz de San Andrés, sus muñecas y tobillos asegurados con grilletes de cuero negro y borrego, que contrastaban de forma brutal con la blancura de su piel, ella obedeció de manera inmediata—. En este momento soy tu dueño absoluto y solo quiero escuchar de tus labios, Sí, amo, ¿Te quedó claro?
Le preguntó mientras deslizaba la fusta de cuero de color rojo sobre el interior de sus muslos, estremeciendo su piel. Justin contempló a su sumisa, alejándose lentamente, un cazador jugando con su presa, para él, esto era un momento de excitación absoluta, una actividad para satisfacer sus necesidades más primitivas.
— No escuché tu respuesta -habló con voz grave, sus ojos oscuros brillaban, esperando la respuesta.
— Sí, amo
Justin volvió a acercarse, esta vez rodeando la cruz sin dejar de observar a su sumisa, deslizó la fusta por la piel expuesta de su trasero y azotó con fuerza aunque no tanto para marcarle la piel a profundidad, de la boca de la sumisa escapó un gemido ahogado.
— No te di permiso para gemir —Bramó con furia sensual—. Por tu atrevimiento recibirás un castigo.
Entre su arsenal de elementos consiguió un consolador y una pinza de mariposa, de un metal frío y brillante, eran elegantes, un instrumento de precisión para un juego placentero. Se detuvo nuevamente frente a su sumisa, su rostro no mostraba impaciencia, sino una profunda seriedad mezclada con la excitación que la actividad despertaba, en la sumisa había una intensidad concentrada en sus ojos mientras lo observaba y su respiración rápida y superficial.
— Mírame —le ordenó con voz profunda, ella obedeció, sus ojos fijos en los de él, sus labios se separaron ligeramente mientras la pinza se acercaba.
Justin tomó un pezón entre sus dedos, calentando la piel un instante antes de aplicar el metal, el movimiento fue lento y controlado.
Al primer contacto la sumisa emitió un siseo bajo, una exhalación forzada, la sensación inicial fue un frío agudo que rápidamente se transformó en un pellizco concentrado que recorrió su cuerpo con una descarga eléctrica, obligando a cerrar con fuerza los ojos, mordiendo sus labios, debía acatar la orden del amo.
— Así me gusta —le susurró Justin al oído—. Obediencia absoluta.
Justin encendió el segundo artefacto, un sonido leve y vibrante se oyó en el lugar, lo deslizó por su piel, ella brinco sintiendo la vibración del objeto que comenzó a descender por su cuerpo hasta llegar al interior de sus muslos, subiendo con una lentitud tortuosa hasta que se detuvo en su entrada ya húmeda, disfrutando ser dominada.
El artefacto vibró abriéndose paso entre sus pliegues, Justin aumento la potencia del consololador deteniéndose en esa parte donde la mujer recibe más placer, el cuerpo de la sumisa se retorció al sentir el placer que la invadía. Su amo movió el artefacto de arriba abajo, una tortura placentera que estaba a punto de hacerla explotar.
— No te vas a venir así—. Alejó de manera brusca el artefacto dejando a la sumisa con la respiración agitada, que dejó escapar un siseo cargado de frustración, Justin se quitó los pantalones rasgados de mezclilla color negro, su miembro excitado saltó a los ojos de la sumisa que brillaron excitados, necesitados.
Justin se arrodilló, sus labios suaves se deslizaron por la piel de la sumisa, dejando sus marcas sobre ella, subieron hasta llegar a su entrepierna, introdujo uno de sus dedos sintiendo de inmediato su humedad y la suavidad de su coño que palpitaba ávido de más placer, su boca se acercó, primero deslizó la punta de su lengua por sus pliegues, succionando y lamiendo su sabor, su sumisa mordía sus labios con fuerza sintiendo el sabor de su sangre.
El éxtasis estaba cerca de hacerla estallar, pero nuevamente su amo la torturaba alejándose, abrió los ojos observaba como Justin le quitaba los grilletes de los tobillos, con una fuerza bestial elevó sus piernas hasta sus caderas y la penetró con fuerza.
Ella no pudo evitar soltar un gemido al sentirse invadida, sintiendo las embestidas desesperadas de su amo, sintiendo en su piel su sudor y en su cuello su aliento caliente, escuchando sus jadeos mientras la embestía con fuerza, llenándola de un exquisito placer.
Pero todo quedó ahí, cuando su teléfono sonó. Era una llamada que le cambiaría la vida.
