Capítulo 2 Una Colisión Inesperada
Dicen que diciembre es el mes para celebrar la vida, para los cristianos es el mes en que “Llegó Jesús al mundo”, para los demás la época de dar y recibir. En cambio para Carla, el mes de diciembre era sinónimo de dolor, pérdida y desapego. Lo había vivido cuando sus padres, dos días antes de navidad y de ella cumplir cinco años, se despidieron de ella para ir a una cena de negocios y no volver jamás.
— Volveremos en la mañana, mi cielo. Vamos, ve con tu abuela.
Se despidió su madre con un beso en la frente de la pequeña, mientras su padre mecía sus dorados rizos. Como buena niña les hizo caso, sin saber que esa sería la última vez que los vería y ahora… Después de veinte años, estaba despidiendo a aquella que la cuidó desde ese fatídico día.
El Cementerio de Green-Wood se encontraba abarrotado de personas que despedían a una gran mujer. Algunos lloraban por la pérdida de la gran matriarca y Emperatriz, como le decían por su porte pequeño, pero su aura de poder. Otros, estaban por compromiso, porque sus negocios dependían de ella y ahora, de su familia.
Carla era una de ellas. Abría los ojos como si fuera una condenada a muerte. Aunque la muerte estuvo cerca de ella. Su adorada abuela, Margueritte había dejado este plano terrenal y hoy sería su funeral.
Ese no sería el principal problema para ella, su drama comenzaría después, cuando se diera la lectura a su testamento. Ya había notado a los buitres aparecer como si fueran los invitados de honor al banquete post mortem.
Y ahí, en el cementerio ya comenzaba a escucharlos, unos más que otros, de cómo dividirán la fortuna y de quién se haría cargo de Bella inc. La mayor empresa de joyería de la ciudad, no mejor dicho del país, Naaaaa que digo ¡Del mundo!
Mientras Carla intentaba no seguir llorando por su abuela tras los hermosos Gucci que cubrían sus ojos dorados como el sol, el padre daba las últimas frases del sermón.
— Nuestra adorada Margueritte, descansa en paz, tu familia y amigos te extrañaremos y jamás te olvidaremos.
Terminó el protocolo lanzando incienso sobre el ataúd y luego se acercó a Marc, el tío mayor de Carla para darle su pésame, a Stephanie su tía y única amiga de la muchacha en esa familia para luego terminar con ella.
— Gracias, padre Andrews.
— Solo conformidad es lo que te puedo decir, cariño. Ya sabes que a tu abuela no le gustaría verte así.
— Lo sé, pero duele.
Fue lo que atinó a decir y mientras todo el mundo se iba después de haber lanzado una flor por compromiso. Ella se sentó al lado de la tierra recién echada y húmeda. No le importó ensuciar su traje Armani, hecho especialmente para ella solo porque alguna vez lo quiso y jamás pensó que lo utilizaría para esta ocasión.
— Me la hiciste viejita. No debías dejarme tan sola y ahora ¿Qué? De verdad que no sé qué voy a hacer con mi vida.
Tomó un crisantemo y lo dejó en la tumba de la única mujer que ha sido importante en su vida junto con su madre. Se subió a su auto y dirigió su rumbo hasta las oficinas de Bella inc. debía escuchar la última voluntad de su abuela, de la voz de su abogado y amigo.
Carla era la CFO de la empresa, un cargo que a ella le acomodaba, aunque su abuela cada día le repetía que ella estaba para cosas grandes y que algún día ocuparía su lugar como lo hizo una vez su madre, que en paz descanse. Pero después que su abuela enfermó, su tío había tomado el mando, argumentando que su abuela no solamente sufría de un cáncer severo al páncreas, sino que de Alzheimer.
A la junta no le importó y solo lo aprobó, a ella tampoco, aún no se sentía preparada y quería quedarse cerca de ella el mayor tiempo posible.
Con tantos pensamientos en la cabeza no se dio cuenta de las condiciones del camino y en un semáforo en rojo golpeó por la parte trasera a una camioneta azul que, en algún momento, había tenido mejores años.
— Maldición.
Masculló entre dientes, mientras sacaba su tarjeta de presentación y trataba de dar algún argumento a su equivocación o en realidad a su incipiente dolor de cabeza después de ese golpe que se dio con el volante.
La ventana de su auto sonó con unos golpecitos, ella la bajó por instinto, esperando el golpe, pero no hubo nada de eso. En cambio, se encontró con el hombre más bello que sus ojos han visto.
— ¿No ve que el semáforo está en rojo? Pudo haber sido peor si yo no estaba bien detenido, señorita.
Sabía que ese hombre le hablaba por como movía esos labios gruesos y rojos casi naturales, Se los imaginó succionando sus propios labios y no precisamente los de su cabeza, estaba en un trance y no entendía nada o mejor dicho estaba obnubilada por el perfecto rostro que movía sus labios en ese momento.
— ¿Me está escuchando?
— Lo…, lo siento. Toma mi tarjeta, me comunicaré contigo.
Encendió su vehículo y salió disparada, dejando al guapo hombre mirando el polvo en el pavimento y la tarjeta en sus manos.
— Carla Connors, ¿CFO de Bella Inc? ¿y cómo piensa comunicarse conmigo si no me dejó darle mis datos? Espera un momento ¿Bella Inc? Esto debe ser una puta broma.
El vaquero, con cierto aire apache, negó y suspiró. Parecía una broma de mal gusto lo que le había sucedido. Se subió a su camioneta
— Ay, Margueritte ¿En qué mierda me has metido?
