¡Lo sabía!

—¿Qué? —dijo él a la defensiva—. Te deshiciste de un ladrón de drogas.

—Oh, Dios, Irene —Talia irrumpió en la cocina detrás de ellos—. No puedo creer que fuera ella. ¿Lo sabías? Habría apostado mis riñones a que tenía razón sobre la Dra. Swift.

—Cálmate, Talia —la silenció Irene, de repente abruma...

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