La boda II

Una vez que estoy lista, me miro en el espejo: Me veo bien, el vestido azul y largo contrasta con mi piel, enmarca mi figura y me hace lucir elegante. Deshecho el pensamiento de que fue con ese vestido que jugué con Germán a la princesa y el paje, mejor termino de maquillarme y salgo con papá y dos amigos suyos (que jamás vi) hacia el jardín donde se llevará a cabo la celebración de matrimonio.

Durante los preparativos, nunca me inmiscuí mucho debido a que no estoy del todo de acuerdo con esta boda, pero sobre todo porque no me interesaba un pito. Y ahora que el día llegó, que estoy parada en la entrada del enorme jardín adornado con miles de arreglos florales, la estatua de hielo gigante junto a la fuente del centro y veo un espacio acondicionado para cuando lleguen los del registro civil; me doy cuenta de que esto es en serio, se va a llevar a cabo y aunque quise evitarlo y fingir que nada pasaba; se volvió realidad.

Gracias al cielo, me tomé doble dosis de medicamento (después de ayer, me traumé), así que estoy tranquila, calmada y no quisiera admitirlo, pero estoy ligeramente adormilada. Solo espero no quedarme dormida a mitad de la fiesta; otra vergüenza más para mi padre.

Los invitados no tardan en llegar, son muchos, apenas puedo llevar la cuenta. Papá dijo que cuando mucho doscientos cincuenta invitados; yo creo que son al menos trescientos. Vaya que papá no escatimó en precios. Cuando uno tiene dinero, no le duele gastarlo en pendejadas. Y no digo que la boda sea una pendejada, pero ¿tanto lujo era necesario? Por todos los cielos, ¿para qué carajo quisieron una fuente de chocolate tamaño real? Unas tres o cuatro normalitas bastaban. ¿Y el show de luces? Estamos en una boda, no en una discoteca. ¡Incluso se va a rifar un viaje a Europa para dos personas por una semana! Lástima que yo ni participo porque me habría gustado ganar ese premio.

La ceremonia hecha por el registro civil está de flojera. Dura apenas media hora en lo que el juez se avienta un chorote, en lo que el padrino de anillos hace la entrega... ¡Joder! El padrino de anillos es Beric, el policía, el pendejo ese que me llevó a la sala de expedientes el día que me cercioré de que mamá estaba muerta. ¿Apoco son tan amigos? Ah, caray, estoy desactualizada.

Lo bueno es la fiesta. Una vez que empieza, no hay quien los pare. Obviamente estoy en la mesa principal junto a mi papá, Valentina, un primo de papá que recuerdo por nombre, pero no por rostro y los mejores amigos de mi papá; un policía llamado Franco con su esposa y dos empresarios que no conozco con sus respectivas acompañantes. La cena transcurre animada y repleta de risas, desde aquí puedo ver a los invitados disfrutar de cena de siete tiempos (¿era necesario?), seguramente dichosos por haber sido invitados y gozar de comida de calidad gratis.

Pensé que Gustavo estaría presente, digo, como familiar de Valentina, pero no lo veo por ningún lado. Espero que lo hayan des invitado.

Yo apenas pruebo bocado; la crema de espárrago no me pareció apetitosa, la ensalada colombiana se veía prometedora hasta que vi el huevo cocido y perdí el interés, ya mejor dejo de lado los demás platillos. Prefiero esperarme al postre que será servido después del brindis.

Me excuso para ir al sanitario, no tengo ganas realmente, pero necesito alejarme un poco de tanta gente y de la risa irritante de Valentina aparte de los besos entre mi padre y su prometi...esposa. Ugh, de nuevo agradezco haber tomado doble dosis de medicina, si no ahorita estaría por volverme loca o algo. Ya, Dinaí, alégrate por tu papá. Sí, sí. Eso haré, nada más deja voy al baño.

Las ideas se me aclaran y mi estupor se espabila cuando me rocío agua helada en la cara. Genial, tal vez ahora logre abrir apetito y comer, aunque sea el caviar o qué sé yo qué mamadas más pidieron de comer. Me abanico para sentirme mejor, me retoco el brillo labial y salgo dispuesta a ser feliz y disfrutar del alcohol gratis cortesía de mi papá. Ya buscaré a quién unirme para bailar y demás...porque Germán fue invitado, pero el imbécil me ocultó información y aunque me ha mandado infinidad de mensajes, lo he ignorado en modo legendario. Desecho el recuerdo de Germán y salgo del sanitario.

Apenas doy dos pasos, cuando alguien me tapa la boca con su enorme mano, me toma por la cadera y me jala hacia un rincón alejado de la fiesta. Grito, pataleo, trato de golpear, pero es inútil, el cabrón que me tiene agarrada es muy fuerte, incluso más que Aiden cuando cayó de sorpresa en mi habitación. Fui una estúpida al no traer mi cuchillo para defenderme; aunque lo cargue siempre conmigo, me sentí tan culpable por haber hecho enojar a mi papá que preferí dejarlo en casa. Y ahora voy a morir o peor aún, me van a secuestrar.

Caigo al suelo o creo que me tira mi atacante, lo único que sé es que mi cabeza colisiona contra el piso y veo estrellas. Dos gruesas manos se cierran sobre mi cuello y cortan la respiración. Vale, está hecho, me van a matar en la boda de papá. Mi visión borrosa y la falta de aire me impiden ver con claridad al atacante, aparte las lágrimas me ciegan. Trato de escapar, juro que hago todo mi esfuerzo, pero es imposible. Al final ya no lucho, no tiene caso, al menos quiero morir en paz. Nadie me encontrará acá atrás y nadie oirá nada porque todo es un caos.

Y es justo cuando dejo de resistirme, que logro reconocer a mi atacante. Primero por el aroma; una mezcla de jengibre con loción masculina y después veo el rostro desquiciado y asqueroso de Gustavo.

Yo no creo en los milagros, no creo del todo en el destino, no soy partidaria de los héroes, pero cuando alguien llega y me quita a Gustavo de encima, lo primero que pienso es que es un milagro, que el destino no quiso que hoy falleciera y que quien me salvó se ha convertido en mi héroe. Merece un beso bien dado.

Aspiro aire con fuerza, es tanto que raspa y duele, toso, respiro, toso, respiro. Por pura suerte no me destrozó la tráquea. Junto las fuerzas suficientes para levantarme y sostenerme con mis antebrazos y veo que mi ángel salvador es Germán. Germán el traidor, el mentiroso, el que no estaba invitado a la boda...y al que le debo la vida. En unos cuantos movimientos, Germán pone la pistola en el pecho de Gustavo, quita el seguro y dispara. El silenciador amortigua el sonido, pero aun así escuchó la detonación.

Me quedo viendo sin moverme, no puedo reaccionar. Aún me estoy recuperando del shock de casi morir cuando tengo que enfrentarme a la imagen de Germán matando a mi tío político. ¿Qué mierda está pasando?

Una vez que se cerciora que el pelón está muerto, corre de regreso a mí. Desconfío de él, pero apenas puedo moverme hacia atrás. Él se detiene y me mira, creo que ve mi expresión asustada pues deja el arma en el piso y se arrodilla junto a mí. Me pierdo en su mirada, es tan conocida, es tan familiar, necesito que este tiempo dure para siempre. Y de nuevo, recuerdo el depurador en su coche y se me pasa el sentimiento agradable.

—Me robaste documentos.

Reclamo en un hilo de voz pues me arde la garganta. Estoy consciente de que alguien habla por el micrófono, es un sonido lejano, reconozco la voz de Valentina, seguro esto se trata del brindis. Debería ir para allá, volver a la fiesta y escuchar las palabras, pero quiero que Germán me diga que todo es un error.

—Los borré —dice derrotado, alza la mano para acariciar mi mejilla, pero lo piensa mejor y la baja—. Te seguí a la plaza aquel día, fui extremadamente cauto y borré los archivos con el depurador.

No, no, no. Ya, malditos sentimientos jodidos que les encanta hacerme sufrir, ya mejor me hubiese matado Gustavo. Bueno no.

—¿Por qué? —digo en un sollozo, no permito que caigan lágrimas, ya no—. ¿Todo fue actuación?

—Soy policía, me gradué con honores de la academia, fui el agente más joven y listo de mi clase. Me hablaron para trabajar de encubierto...pero te juro que nada fue fingido, ni un solo sentimiento.

¿Qué mierda? Esperaba que me dijera que era del bando mafioso, que trabajaba en conjunto con Valentina o incluso que era un asesino a sueldo. No sé, pero ¿policía? Ayuda, estoy más allá de confundida y creo que estoy por tener otro puto ataque de pánico.

Pero antes de que pueda hablar, moverme o pensar en una pregunta; se escucha una detonación, luego otra, finalmente una tercera y entonces comienzan los gritos. Volteo hacia el jardín y alcanzo a ver gente corriendo. Acaban de dispararle a alguien.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo
Capítulo anteriorSiguiente capítulo