Capítulo cuarenta y cuatro

Lincoln

—Jódeme, Lincoln —mi chica exige, frotándose contra mi polla, su aliento caliente contra mi piel—. Hazme el amor. Demuéstrame que eres mío.

—¡Mierda! —gruño, rodeándola con mis brazos y girándonos hasta que nuestras posiciones se invierten y ella queda debajo de mí, con sus deliciosos musl...

Inicia sesión y continúa leyendo