Capítulo cuarenta y nueve

Lincoln

—¡Vamos, contesta! —gruño al teléfono mientras la llamada va directamente al buzón de voz. La voz de Raleigh sale por el altavoz, provocándome una punzada de añoranza seguida de una aún más fuerte de culpa.

Nadie la ha visto ni oído desde que salió de mi casa el jueves por la noche. Afortun...