Capítulo noventa y uno

Lincoln

El sonido de voces bajas me despierta.

—No puedo creer que haya tenido el descaro de follársela, aquí, en nuestra casa— oigo decir a uno de los hermanos de Raleigh, incapaz de susurrar debido a la evidente ira en su voz.

—¿Puedes bajar la voz antes de que los despiertes?— dice otro, con una...