Capítulo veintinueve

—¡Mierda!— maldigo, murmurando entre dientes, mientras me alejo de mi escritorio.

Caminando hacia la oficina de Morris, golpeo la puerta de madera con los nudillos y espero a que me haga una señal para entrar.

A su señal, abro la puerta y entro. —Oye, jefe, ¿tienes un minuto?— pregunto con duda.

—C...

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