Capítulo cuarenta y cinco

Brooklyn

Me duelen tanto los pies que siento como si los hubiera perdido en algún lugar de la nieve. Ya no están entumecidos. Arden y palpitan, y me escuecen cada vez que se hunden en el hielo. Me dan ganas de llorar, pero no lo hago.

No puedo.

Ya he llorado demasiado. Lloré cuando me di cuenta de ...

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