Capítulo 27. ¡Es mía!

Trina.

El sabor de sus labios aún ardía en los míos, una mezcla de cobre y menta envenenada.

Las cadenas seguían mordiendo mis muñecas, pero ya no sentía el frío del metal, solo el fuego lento de mi vergüenza recorriendo mi espalda desnuda.

Dominic había huido, dejando tras de sí un silencio ...